En todas las modalidades de reproducción asexual que hemos examinado hasta ahora entre los seres multicelulares, el nuevo individuo comienza como un grupo de células somáticas que se desprenden del organismo genitor para estructurar una réplica exacta de este. Se trata de células corrientes - no especializadas en la función reproductiva -, que forman parte del cuerpo o "soma" del organismo, razón por la cual se las denomina "somáticas".
Una modalidad de reproducción asexual distinta a las anteriores, y muy común entre los vegetales, es la esporulación. Aquí, el nuevo individuo es originado por una célula especializada para el proceso reproductivo, la espora, diferente de las demás células del progenitor. Cada espora tiene un núcleo y una pequeña porción de citoplasma encerrada por una pared gruesa y resistente, rasgo que la habilita para sobrevivir en condiciones ambientales adversas. Por lo general, las esporas son muy numerosas y livianas, fáciles de transportar a grandes distancias por el viento, las aguas o los animales. Si el medio que las recibe presenta condiciones favorables, ellas se desarrollan y dan origen a una nueva generación de organismos similares al que las produjo. La esporulación, por consiguiente, es un método definido de reproducción asexual y, a la vez, un mecanismo efectivo para la dispersión geografica de la descendencia. Los hongos y otros vegetales multicelulares producen sus esporas en órganos especiales, llamados esporangios, como la esporulación del "moho blanco", hongo que se desarrolla sobre el pan. Ciertas bacterias forman esporas que carecen de poder reproductivo, es decir, no originan nuevos individuos. Se trata simplemente de una célula-organismo que se envuelve con una cubierta protectora para resistir la destrucción de un medio desfavorable.